Promesas al viento

Dicen que las promesas se hicieron para romperse y no para cumplirse, sobre todo en materia de política...

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Dicen que las promesas se hicieron para romperse y no para cumplirse, sobre todo en materia de política electoral, pues la demanda ciudadana durante el proceso electoral, por ejemplo, excedió con toda seguridad la capacidad de respuesta de autoridades y candidatos por igual.

Es un rasgo característico. Aun así, no se deja de ofrecer ni de pedir.

Hubo promesas (algunos prefieren llamarle compromisos) que son perfectamente viables, ya sea en cuestión técnica, de financiamiento o por facultad de quien ofrece. Otras tantas no lo son por los mismos motivos o simplemente porque no se tiene la voluntad de resolver. Esto último explica en buena parte la profunda desconfianza que la ciudadanía ha manifestado ante instituciones, partidos y políticos. Tal desconfianza es un mal público que salpica a casi todos.

De hecho, por estas fechas se preparan en Quintana Roo para conformar gabinetes, grupos de asesores y otros equipos de trabajo, con material recogido durante el proselitismo, los cuales permiten trabajar con cierta orientación. Y se encuentran hoy ante ese dilema: cumplir o no cumplir. Poder o no poder.

No existe en el sistema un mecanismo para obligar que aquellos prometan lo que realmente están en condiciones de cumplir. ¿Cómo crearlo? ¿Cómo debería ser?

La gente no siempre olvida. En Quintana Roo, más en municipios clave como Benito Juárez, Solidaridad y Othón P. Blanco, suele premiar y castigar por igual. Lo hemos visto.

En una era digitalizada como la actual, las promesas siguen allí, a un clic, y no archivadas en cajones como antiguamente. En este contexto no se pueden negar promesas ni dichos ni acciones: "quedó grabado" o "es viral" es la réplica automática.

Aun cuando la huella de lo que se dijo queda en la web o en formatos más accesibles, muchas de las promesas sí se las lleva el viento, pues, como se dijo, pueden ser inviables, puede haber poca voluntad o la población se olvida entre tanta información, sin exigir su cumplimiento. ¿Cuándo se acuerda la mayoría? En situaciones extremas o de necesidad. Y no es el caso.

Estamos en el cierre de las administraciones 2021-2024 y, en unos meses, iniciarán otras. Nunca es tarde para revisar promesas y que no se las lleve el viento. Una ciudadanía participativa, más allá de las urnas, fortalecería esa dinámica con quienes proponen y toman decisiones. Una retroalimentación necesaria. Lo del Presupuesto Participativo en algunos municipios ha sido un paso fundamental, aunque falta por hacer.

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