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Cuando llegué a Cancún hace casi 44 años, era imposible pensar que alguien pudiera entrar a una casa a robar, uno podía dormir tranquilamente con las puertas abiertas y no había ningún problema.  Manejando en el coche te cedían el paso, los policías estaban para ayudar, cuando empezaron a ocurrir atracos, se resolvían, se tomaban cartas en el asunto inmediatamente.

En la medida que la ciudad empezó a crecer, muchos fueron llegando de otras ciudades, huyendo de los conflictos, de los asaltos, del tráfico y muchos problemas más, otros buscando nuevas oportunidades.

Aquí  todo comenzó a cambiar, así como llegaron personas emprendedoras y muy trabajadoras, también llegaron oportunistas y la inseguridad inicio y poco a poco a elevarse, lamentablemente hoy en día se ha dejado crecer a pasos agigantados sin resolver el verdadero conflicto.

Escuchamos con preocupación las noticias nacionales, todo gira en torno a robos, secuestros, asesinatos, narcotráfico, manifestaciones, paros, delincuencia organizada, problemas entre políticos.  Y tristemente esa gangrena ha ido permeando en  toda la nación, en perjuicio de todos.

Tenemos la esperanza que los gobernantes del país solucionen los conflictos que escuchamos día con día. La esperanza está allí latente en cada uno, para que este país cambie, y podamos salir nuevamente a las calles tranquilamente. Mirando la realidad del país, de la ciudad en que vivimos, surge la pregunta: ¿Qué puedo hacer  para cambiar la situación de mi sociedad?

La problemática en que estamos inmersos, es un gran inconveniente para la vivencia de la civilidad, para el crecimiento sano  de nuestros hijos, para el desarrollo económico de nuestra ciudad y por ende de la nación.

Como padres de familia, esperamos que todo se solucione desde el gobierno, pero existe algo que sí podemos realizar. Muchos la podrán ver como una gotita de agua en el mar: La  urgencia de educar mejor a nuestros hijos, de formarlos  mejor  en  valores, principios sólidos, que hoy no están en boga, y al contrario, muchos se pueden mofarse de ellos: como es la honestidad, el respeto, la generosidad, la comprensión, el esfuerzo, la paciencia, el amor entre otros.

El gran reto para los padres de familia es llevarlos a la práctica en el día a día: ante las diferencias de formas de pensar entre el padre y la madre, la relación en la rutina, las presiones laborales, carencias económicas, la enfermedad de algún miembro de la familia y la gran variedad de dificultades que se sortean continuamente dentro de la familia.

La sociedad está urgida de padres de familia comprometidos con la educación de sus hijos, siendo responsables y honestos, de estudiantes esforzados en sus obligaciones, para que en el futuro se desempeñen en cualquier rubro en la actividad económica, política y/o social.  El apremio que tiene la sociedad de seres humanos con gran calidad humana que enriquezcan al mundo. Y precisamente es en el hogar donde se aprende la educación para la vida.

Los jóvenes que todavía no son padres de familia, posiblemente lo serán en un futuro, y es allí cuando tendrán la gran oportunidad de educar a seres íntegros, honestos; pero antes es necesario ser sincero contigo mismo y con los demás, ser una persona coherente. Recordemos que una gotita de agua es sólo una gotita, pero muchas hacen un gran océano.

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