Aprovechar el tiempo
“En la tarde de la vida, se nos examinará del amor”, San Juan de la Cruz.
En el inicio de la Cuaresma, es momento de plantear nuestro propósito cuaresmal, y pensar que podemos hacer para ponernos en paz con Dios, para acrecentar nuestra amistad con Dios.
A pesar que la vida posmoderna desplaza a Dios de nuestras vidas, para que termine siendo un estorbo en la vida social, en la vida familiar y personal.
Con la vida lejos de Dios y llena de superficialismo, uno llega a pensar: ¿Qué tengo yo que arrepentirme? ¿Por qué es necesario poner mi vida en paz con Dios, si está fuera de la vida diaria? ¿Si Dios ya no es necesario? ¿Existirá Dios?
La Cuaresma son cuarenta días, de un camino largo que recorrer para vivir la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y llegar a la fiesta de la Resurrección, y es aquí cuando la Iglesia nos recuerda la necesidad de purificar nuestra alma, quitar de nuestro corazón todas aquellas cosas que nos alejen de Dios.
Aprovechemos este tiempo cuaresmal para averiguar todo lo que nos aleja de Dios en nuestra vida, que nos impiden amar.
De forma análoga, podemos hacer un comparativo con un vaso de agua lleno de agua, si le vamos metiendo piedras y más piedritas, el agua primero empieza a subir de nivel, hasta que llega un momento que empieza a salirse el agua.
Y en la medida que más y más le introducimos piedras, saldrá más y más agua. Hasta que al final quedará un vaso lleno de piedras con un mínimo de agua entre las piedras, si nos va bien.
Lo mismo sucede con nuestro corazón, le vamos introduciendo rencores, odios, deseo de venganza, críticas, traiciones, envidias, infidelidades, etcétera, etcétera. Y ese corazón que nació para amar, para irradiar amor; poco a poco empieza a salir el amor, hasta dejar todas esas piedras dentro de nosotros, que nos impiden amar. Llegando a marchitarse el corazón.
Claro que cuesta trabajo sacar esas piedras, arrepentirnos de nuestras faltas. Exteriormente podemos decir que todo está bien, que no es necesario cambiar nada; sin embargo, nuestra conciencia bien formada no falla, en el fondo sabemos muy bien en donde andamos mal. Y reconocerlo en la confesión, para reconciliarnos con Dios, es un signo de gran humildad.
Curiosamente en el momento de sacar todas las piedras que erróneamente atesoramos, que en muchas ocasiones cuesta mucho trabajo para deshacerse de ellas, que realmente son un estorbo en el camino de la vida; cuando existe un verdadero arrepentimiento, pidiendo perdón por nuestras faltas, el corazón se agranda y regresa el amor automáticamente; nuestro corazón crece, así como la capacidad de amar.
Con la imposición de la ceniza el miércoles, se da inicio de la Cuaresma, y nos recuerda que el día de nuestra muerte así vamos a terminar. Hoy seremos muy importantes en la sociedad, tendremos una gran vida social, no importa quién seamos, qué puesto tengamos, cuánto dinero tengamos, pero el día de la muerte, todo termina y es allí cuando nos enfrentaremos con el Creador, y nos cuestionará sobre cuánto amamos.