Cultura de consumo
Mónica Treviño: Cultura de consumo
"A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos”. Eurípides
Los comercios nos marcan qué es lo que se debe de comprar, nos llevan de una temporada a otra. El mercado hoy está inundado de mercancía tanto de Halloween como de Navidad, promoviendo la cultura del consumo.
Me encontraba con una señora que estaba en la disyuntiva de qué hacer con el poco dinero que ella gana y sus pequeños ahorros, si comprar un artículo de una u otra temporada o adquirir lo que ciertamente era necesario para su cocina.
Realmente era un dilema, porque era la mercancía de moda, la exigencia de sus hijos era tremenda para tener adornos en su sala de Halloween y de Navidad. Sin importar que al final de la temporada terminen, en el mejor de los casos, en una caja al fondo del clóset, y para el año que sigue puede aparecer toda llena de hongos, lista para tirarse a la basura. O si optaba por comprar algo nuevo y muy necesario para su cocina.
Ella había llegado a la tienda dispuesta a comprar lo indispensable, pero la necesidad de ver adornada su casa con los ornamentos de moda, la exigencia de sus hijos, los artículos tan llamativos, la hacían dudar de su compra. Finalmente, con un gran trabajo, gastó su dinero ahorrado en sus utensilios necesarios para su casa.
Sus hijos pequeños le exigían tener algo para la fiesta de Halloween, cuando ella -ni sus hijos- ni siquiera sabe qué significado tiene, ni por qué es necesario gastar en adornos y en disfraces para esa fiesta. Pero estar a la moda con estos requerimientos se ha vuelto una exigencia social.
La fiesta de Halloween nos ha ido llegando del país vecino del Norte, poco a poco hemos ido suprimiendo nuestra fiesta tradicional de Día de Muertos, por la fiesta extranjera. Sin saber bien de qué se trata, ajena a nuestras tradiciones, a nuestro pueblo, a nuestras costumbres y cultura.
En la antigüedad era la celebración del Año Nuevo Celta, se ubica está fiesta en las islas británicas, en épocas antiquísimas. Se pensaba que la noche del 31 de octubre al 1° de noviembre, el espíritu de los muertos regresaba a su casa a visitar los hogares y además esa noche vagaban diablos de toda especie, hadas, duendes, brujas y toda clase de espíritus extraños.
Era una celebración ligada al ritmo de la naturaleza, que tenía que ver con los cambios propios de la cultura agropecuaria y el término de verano.
La invasión de los romanos a las islas británicas en el año 46 AC dio como resultado la mezcla de la cultura Celta, hasta llegar a desaparecer con el tiempo, y así esta festividad fue perdiendo el sentido religioso-pagano; en épocas cristianas esas observancias se mezclaron con los ritos católicos.
Los irlandeses que emigraron a Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XIX, llevaron esta antigua celebración, con todas sus modificaciones a través de los siglos y de los diversos países de Europa, y fue allí cuando tomó características diversas: invadir casas para romper ventanas, reclamar la entrega de regalos, hasta quedar como una diversión de niños que se disfrazaban e iban a pedir golosinas.
Actualmente, el mercado nos invade con mercancía propia de esta temporada, Hollywood se ha encargado de la difusión de esta fiesta, con una serie de películas en las cuales la violencia gráfica y los asesinatos crean en el espectador un estado morboso de angustia y ansiedad. Estas películas son vistas por niños y adultos, creando una idea errónea de la realidad.
Esta fiesta se ha convertido en un gran negocio; máscaras, disfraces, adornos para la sala de la casa, dulces, maquillajes, y una gran variedad de artículos necesarios para vender y fomentar la cultura del consumo, en medio de una cultura del terror.
Cuando sabemos que esta fiesta viene de nuestro vecino país, que se dice es superior a nosotros, y en todo supuestamente están mejor, terminamos por imitarlos, olvidando nuestras propias tradiciones del Día de muertos.