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Hace unos años llegó a mis manos un libro titulado “Memorias de mujeres en prisión y otros relatos”. Había pasado las vacaciones en Cancún con mis abuelos paternos, recuerdo que miraba los libros que tenía mi abuelo, tomé uno; comencé a leerlo y después me fui a jugar, pero no antes de pedirle que me regalara el libro rojo, que llevaba en la portada la silueta blanca de una mujer, me respondió que sí. Regresé a Mérida con el librito rojo. Tenía mucho miedo de leerlo, pensaba “¿prisión?”, y pasaban muchas ideas por mi cabeza. Abrí el libro y comencé a leer sobre la autora, Verónica García Rodríguez, ganadora de premios y más premios.

Después de algunos años, cuando cursaba la universidad conocí a una amiga muy querida, yo era más grande que ella, aún así, siempre estuvimos juntas durante toda la licenciatura. ¡Qué aventuras! En una plática trivial mencionó a su mamá, y dejó de ser tan trivial. Sabía que había escuchado ese nombre o por lo menos lo había leído en algún lado. Después de un tiempo, Montse, mi amiga, me confirmó que su mamá había coordinado el librito rojo. En un encuentro, tuve la oportunidad de conocerla en persona, sin poder creer que estaba viendo a la ganadora de muchos premios. En aquel encuentro, le pedí a la maestra Verónica García Rodríguez que me firmara el famoso libro rojo.

“Memorias de mujeres en prisión y otros relatos”, compila historias y vivencias de alumnas del Taller de Escritura Femenina, coordinado por la maestra Verónica García Rodríguez, quien les dio voz y visibilidad a nueve mujeres con ayuda de letras y tinta. En el Cereso de Mérida es donde nace el librito rojo del que les hablaba. Zindy, Francisca, Carmen, Patricia, Rebeca, Isabel, Josefa, Leydi y Yeni (una más que quiere permanecer en el anonimato), son las talleristas que se tocaron el corazón y después la pluma para hablarnos de muerte, dolor, injusticia, violencia, recuerdos, descripciones y hasta ilusiones.

Cada martes se reunían en círculo en el salón de usos múltiples para comenzar a redactar. Cada vez que escribían, las ideas iban surgiendo más y más, compartiendo entre ellas sus experiencias. Durante las creaciones se encontraron con algunas dificultades como la falta de sacapuntas, fotocopias y papeles; pero esto no fue ningún impedimento. Con la constancia y dedicación que compartieron las talleristas y la maestra Vero, tuvieron la gran noticia de que una de las alumnas, Zindy Abreu Barón, obtuvo el segundo lugar en el Concurso Nacional de Cuento José Revueltas 2005. Demostrando que todas eran ganadoras.

Las historias son desgarradoras, mueven las emociones, hasta el punto de comenzar a derramar lágrimas. Algunas de las talleristas ya no están en el reclusorio. Leydi Tamayo se quedó a cargo del taller que también cuenta con una Sala de lectura. Zindy Abreu Barón se convirtió en una escritora reconocida.

El librito rojo registra memorias de lucha, coraje y resiliencia, empoderando a las mujeres con el valor de la escritura. 

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