Centenario de la Independencia en Yucatán en 1910 (y VI)
José Ramón Pérez Herrera: Centenario de la Independencia en Yucatán en 1910 (y VI)
Durante el Porfiriato todas las manifestaciones públicas habían adquirido el carácter de espectáculo moderno, con el objetivo de consolidar la imagen de Porfirio Díaz como emblema del Estado. Las festividades cívicas no sólo se enfocaron en honrar a los héroes de la patria, sino también buscaron demostrar la eficacia de las autoridades como promotoras de la paz, el orden y el progreso.
Las celebraciones del Primer Centenario de la Independencia en la ciudad de Mérida respondían a un doble propósito. Por un lado, se buscaba representar a la capital como una urbe ordenada, en constante progreso, modernizada con los adelantos científicos y tecnológicos de la época, además de ser segura e higiénica. Por otro lado, se pretendía inculcar en las masas el fervor cívico-patrióticos necesario para legitimar el régimen porfirista, tanto a nivel nacional como local, como garante de la paz y la prosperidad económica que se vivía. Sin embargo, las ideas revolucionarias que se extendían por todos los rincones del país comenzaron a despertar el ánimo de amplios sectores sociales que anhelaban derrocar al régimen.
Las fiestas cívicas se convirtieron en una inapreciable herramienta de legitimación para los objetivos e intereses de la clase política mexicana durante el siglo XIX, especialmente durante el gobierno de Porfirio Díaz. Estas celebraciones estuvieron cargadas de un simbolismo histórico de corte liberal, diseñado para crear, recrear, estimular y mantener un espíritu patriótico en la ciudadanía que los identificara con el Estado-nación que se pretendía formar. Al mismo tiempo, se buscaba exaltar la figura de Porfirio Díaz como la sombra bienhechora de la paz y el artífice del progreso de México.
En la actualidad, las celebraciones históricas organizadas por los distintos niveles de gobierno guardan cierta similitud con las fiestas cívicas de la época del Porfiriato, ya que continúan siendo un espacio propicio para que las autoridades legitimen su presencia en el poder. La historia sigue siendo utilizada como una herramienta que permite explicar y dar sentido a las realidades contemporáneas o justificar proyectos que buscan transformarlas.
En este contexto, resulta imprescindible que la comunidad de historiadoras e historiadores, así como los científicos a fines a las ciencias sociales, adopten una postura crítica y redoblen esfuerzos para encontrar los medios, los canales y los mecanismos que contribuyan a concientizar a la población de su pasado y su presente. Aquellos de nosotros interesados en el conocimiento histórico debemos asumir el compromiso social que desafiar los paradigmas actuales y las problemáticas contemporáneas que impidan el crecimiento, el fortalecimiento, la difusión y la divulgación de nuestra disciplina. De poco sirve discutir nuestros conocimientos en las aulas de clases, en los congresos o encuentros académicos si estos no tienen un impacto social significativo, uno que despierte el interés y la conciencia de nuestra comunidad y de la sociedad en general.