Benito Cortés y Son Jarocho Yucatán en Espacio Cona

Enrique Vera: Benito Cortés y Son Jarocho Yucatán en Espacio Cona.

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“Si acaso tu corazón quiere amor, quiere poesía, tiene que escuchar un son”. Humedad, calor y algarabía. El Son Jarocho, o tabasqueño, o oaxaqueño o yucateco, se nutre mejor en tierra mojada y sangre caliente.

Los milagros no suceden, se descubren. Y entre la vorágine de espectáculos masivos que ya tienen un espacio definido en cartelera de la ciudad, siempre se agradece encontrar un evento rara avis que salga del molde y los lugares comunes.

Benito Cortés es un músico veracruzano que forma parte de la célebre agrupación Los Cojolites. En 2002, formaron parte de la banda sonora ganadora del Oscar en 2002 por el film Frida, protagonizado por Salma Hayek y dirigido por Julie Taymor. Han sido nominados a los premios Grammy en un par de ocasiones, y entre sus colaboraciones con otros artistas se encuentran Natalia Lafourcade y Lila Downs.

Pero no nos perdamos, vayamos al grano, a la tierra.

Cuando llegamos a Cona, ya se escucha un rumor al fondo de un patio iluminado: “Ahora tengo que sufrir el amarte y no tenerte(…) voy hacerte una poesía para conquistar tu amor(..) detrás de tus ojos van los míos”. Así, Benito Cortés, acompañado de Daniel Montero de Son Jarocho Yucatán, afinan las voces y las jaranas, ofreciendo un grato preludio a los asistentes que se acomodan en el lugar.

En el centro, la tarima echa lumbre; habrá que sacarle filo al zapato de tacón para darle duro al fandango, la quijada rascar, y así desarrimar al maligno que anda de travieso: “El diablo me anda buscando, dice que me ha de llevar”.

Síncopas, contratiempos, el zapateo resuena en los cuerpos del presente, Benito Cortés es un pulso herido y a la vez algarabía. El Son Jarocho tiene algo de lamento, pero también tiene algo de cortejo, de despecho; juego y desventura.

“Pero dime cómo te llamas para quererte(…) para que vean que no sólo es cierto sino también es verdad(…) triste pero arrogante, cargo mi dolor oculto”. El verso y talante del Son Jarocho abreva de ese sentimiento que quiere morirse en la orilla, darlo todo, descomponerse, excederse, inmolarse. De eso que uno no sabe bien cómo asirlo, pero al sentirlo es lo único que importa.

Baila, bailo, bailemos.

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