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El ser humano es un animal de raciocinio (disculpen a los que se sientan ofendidos por la teoría de la evolución), pero también son seres complejos y emocionales que, a lo largo de su vida, si bien les va conocen, transforman y gestionan lo que sienten, y entonces se vuelven congruentes con lo que piensan, dicen y hacen.

Déjenme regresar un poco el tiempo a cuando yo tenía escasos 17 años; cuando el desborde de emociones me controlaba al grado de apreciar todo en gran magnitud de sentirme muy triste a muy feliz, a completamente fastidiada, con hastío o iracunda tipo el hombre verde con ganas de destruir lo que se me pusiera enfrente. Todo era polarizado, caótico, exagerado. Comencé a sentir cosas que no había experimentado nunca antes y sí, era incontrolable.

Pero, además, no sólo tenía lo que ocurría en mi interior, sino que por fuera todo mi entorno me decía que era lo que estaba bien o mal sentir. “Emociones negativas” les llamaban a mi enojo o mi tristeza, y entonces significaba que no debían de estar dentro de mí. Y por eso trataba de ocultarlas, de apagarlas, de no sentirlas, entumirme para olvidarlas, pero simplemente no funcionaba. Poco a poco fui creciendo, madurando y conociéndome, y con eso vino mi gestión emocional y con ella la capacidad de disfrutar de lleno la vida.

Hace unos días se estrenó la película animada “Intensamente 2” que en mi opinión no es sólo para chicos, sino también para grandes. Ahora sí nos explican las emociones básicas con muñequitos para que todos aprendamos y entendamos para qué nos sirven y cómo funcionan en nuestra vida diaria.

No hay emociones buenas o malas, positivas o negativas. Todas cumplen una función en nuestro día a día, y al final las necesitamos a todas para vivir nuestra vida sin entumecimientos, sin desbordes que nos causen problemas o nos alejen de personas que queremos. Cuando logramos entender que todas nuestras emociones están ahí por algo, aprendemos a gestionarlas y les damos a cada una su lugar, momento e importancia entonces sí podemos disfrutar de la vida. Saber que nuestras emociones son nuestras y de nadie más.

Cuando nos permitimos sentir nuestra tristeza, vivir los duelos necesarios, llorar a moco tendido, enojarnos y canalizarlo, tener miedo y comprender que hasta cierto punto el miedo te protege, ser felices en los instantes que la vida te brinda la oportunidad siendo que la felicidad no es eterna, sino momentos que se van coleccionando, estamos viviendo.

Somos seres que sienten y que pueden razonar lo que están sintiendo. La gestión emocional es casi tan importante como respirar para poder vivir la vida con todo, “tirar toda la carne al asador”. Al fin y al cabo, la vida es un instante que tenemos que vivir INTENSAMENTE. 

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