Entre el temor y la imaginación: relatos de “apariciones”

José Ramón Pérez Herrera: Entre el temor y la imaginación: relatos de “apariciones”.

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Estamos en la época del año en el que florecen las historias que han provocado más que un susto o despertaron ciertos temores en quienes han experimentaron fenómenos difíciles de explicar. Muchas de estas historias han corrido de boca en boca y, con el paso del tiempo, algunas -si no es que todas- se han ido transformando, ya sea añadiendo u omitiendo elementos que, al final, reflejan los temores o la imaginación de quienes las cuenta. En estos días, seguramente, estas historias estarán corriendo a raudales.

Algunas historias, aunque tuvieron tintes misteriosos, llegaron a tener una explicación plausible, por lo que no pasaron de ser meras anécdotas que asustaron a más de uno. Eduardo Urzaiz Rodríguez recopiló dos relatos de este tipo en el libro “Reconstrucción de hechos” (1950), firmado bajo seudónimo de Claudio Meex. Los dos relatos están situados en momentos históricos diferentes, pero ambas narraciones coinciden al exponer situaciones irrisorias en las que la mente y los sentidos pueden confundirnos.

El primer relato recopilado versa de la siguiente forma: “Cuando la epidemia de cólera en 1847, el negro Pancho de casa de don Darío Galera, fué víctima de la enfermedad y llevado por muerto. Como eran tantos los cadáveres, no habiendo tiempo para enterrarlos, lo tiraron en una zanja y le echaron encima un saco de cal. Pancho volvió en sí con el fresco de la madrugada y, sacudiéndose la cal, se envolvió en su sábana y se fué a su casa sentándose tranquilamente en el quicio de la puerta. Mientras tanto, regresaron las domésticas que habían ido a misa de cuatro a rogar por su eterno descanso, y al verlo, creyéndose alma en pena, se llevaron el más terribles de los sustos”.

En la segunda historia se relata: “En una noche de plenilunio, regresaba a su casa el popular fondista Mussett; al pasar por el cementerio abandonado de Itzimná, vió salir de una tumba un espectro que lo llamaba. Tirando el puro y una bolsita de dulces que a su vieja llevaba, Mussett llegó de un vuelo a su casa, a pesar de su obesidad. Los valientes que vinieron armados de palos, escopetas, rosarios y botellas de agua bendita, a ver de qué se trataba, encontraron sentado tranquilamente, después de haberse comido los dulces y fumando el puro, a “Castelar”, un español loco que en una tumba vacía había hecho su dormitorio.- “Yo sólo le pedía su fuego para encender un cabo dijo -pero él me dejó el puro…… ¡Tanto mejor!”.

Ambos relatos están acompañamos de ilustraciones elaboradas por el autor para mostrar las situaciones narradas. En la primera historia, se observa al negro Pancho sentado en la puerta, mientras que las mujeres que regresaban de misa lo miran con una expresión de profundo temor. En la segunda imagen, se ve al gordo Mussett huyendo despavorido, mientras al fondo el español, como si fuera un alma en pena, emerge entre las tumbas del cementerio. Estos relatos, en algún momento, formaron parte de la tradición oral de la ciudad. Así, seguro, continuarán construyéndose estas historias.

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